ISLA DE PROCIDA

Procida es diferente. Diferente de Capri e Ischia, así como de las otras partes de esos “Campi Flegrei” de los cuales ella es una hija, diferente de la Nápoles que la creció, también de las otras ‘’rocas’’ vulcanicas esparcidas en los mares del mundo. Una diversidad hecha de contrastes y armonías, de luces y sombras, de colores fuertes y silencios suaves, de vibraciones mágicas, de sonrisas de ojos y miradas de palabras. Pequeña, seductora, llena de gente, misteriosa: Procida es un mundo a parte.
Los colores, por ejemplo, vivos como pocos los de las casas, y de los tonos oscuros y cálidos de su geologia. La gente dura de carácter y cautelosa como las del País Vasco pero calurosas y apasionadas como sólo los hijos de las sirenas (y de los Titanes) pueden ser. La música: por un lado, el silencio melodioso de paradisíacos rincones, y por otro, el estruendo de los medios de transporte que solo la isla más gremida del mundo puede producir. Y también, la magia de Terra Murata, el lugar más antiguo, más sagrado y más misterioso de la isla, con la extraordinaria Abadía y las maravillas del arte, historia y naturaleza. La inconmesurable poesía del pequeño puerto de Corricella, la movida nocturna y los alegres colores de Marina de Sancio Cattolico, la suave playa y el deseado atraque a la dulce Chiaiolella, la salvaje belleza de Vivara. Es una experencia colorada, fragante y melodiosa e algo que no se puede explicar, como una inmersión en un mundo que solo la experiencia puede aclarar parcialmente. Un chapuzón en un cálido mar que, para decirlo como Jorge Luís Borges, es un idioma antiguo que no se puede decifrar.

Antonio Emanuele Piedimonte

Tomado de:” Procida uno scrigno sul mare”
( G. Actilio – A. Cariati – G. Palladino. Edizioni Intramoenia )